¿Podrías hablar con un español medieval? Descubrilo acá

Exploramos cómo sonaba, se escribía y se hablaba el castellano en la Edad Media. ¿Podrías mantener una charla en español del siglo XIII? No es tan fácil.

¿Podrías tener una charla con alguien del año 1300? Spoiler: ¡No tan fácil como pensás!

Cuando pensamos en el español medieval, solemos imaginar textos polvorientos, letras raras y palabras que ya no usamos. Pero lo cierto es que el idioma español, desde sus orígenes hasta hoy, ha sido una historia fascinante de transformaciones. ¿Qué tan distinto era el español de la Edad Media al que usamos en 2024? Bueno… bastante. Y no solo por algunas palabras que suenan graciosas: estamos hablando de una estructura, un sonido y una gramática que podrían dejarte completamente perdido si intentaras leer un documento de hace 700 años.

Un mismo idioma, pero otro mundo: cómo sonaba el español medieval

Imaginá esto: viajás en el tiempo al siglo XIII, entrás en una taberna en Burgos y saludás con un simpático “hola”. Probablemente te entiendan el gesto, pero el sonido de tus palabras les resultaría rarísimo. Y vos tampoco entenderías mucho de lo que ellos te digan.

En la Edad Media, el español que se hablaba era conocido como castellano antiguo. Era una lengua en formación, todavía influenciada fuertemente por el latín, con sonidos y modos de hablar que hoy nos parecerían rebuscados, si no directamente irreconocibles.

¿Por ejemplo?

  • La letra “f” inicial era común en palabras que hoy empiezan con “h”. Decían fablar en vez de hablar.
  • La “s” final se escribía muchas veces como “sse”. “Las mujeres” era “losse mugieres”. Increíble, pero real.
  • Algunas consonantes se pronunciaban con más presencia. La doble “ll” tenía una pronunciación más cercana a una “ly”, no al “sh” que a veces usamos hoy en Argentina o Uruguay.

Entonces sí: el idioma que hablaban nuestros antepasados medievales era español… pero sería como escuchar una versión beta. Una combinación de sonidos latinos, terminaciones en transición y estructuras que estaban lejos de estabilizarse.

Palabras que te harían fruncir el ceño (y que usaban todos los días)

Leer textos en español medieval no es como leer un libro viejo: es como leer una mezcla de latín con algo familiar. Por eso es tan divertido—y difícil—intentar entenderlos sin preparación previa.

Algunas joyitas del vocabulario medieval:

  • Ferida: no es un error de ortografía, así decían “herida”. Recordemos que muchas “f” latinas se convirtieron en “h”.
  • Esposar: no hablamos de romance: se usaba también en el sentido de “capturar” o “atar”. ¿Suena confuso? Lo es.
  • Gonçalo: una variante de Gonzalo. La letra “ç” se pronunciaba como una “ts” suave, muy distinta a nuestras actuales “z” o “s”.
  • Non: en vez de “no”. Esta es una herencia clara del latín “non”. Recién más adelante se simplificó al “no” actual.

Estas palabras no eran elementos raros o cultos: eran parte cotidiana del habla. Esto demuestra que el cambio en el idioma no ocurre solo en la poesía o literatura, sino en la conversación diaria.

Y esto es apenas la punta del iceberg. Había también préstamos directos del árabe (como alhaja o alférez), palabras que hoy se consideran jurídicas que se usaban a diario, y muchas expresiones que desaparecieron por completo.

¿Y la gramática? Tampoco era lo que conocemos

Si te parece complicado ver cómo sonaban las palabras, esperá a ver cómo se organizaban las frases. La gramática también era otra historia. No imposible de entender, pero definitivamente mucho más compleja —y bastante más flexible en algunas cosas que ahora tenemos grabadas a fuego.

Algunas curiosidades gramaticales:

  • Uso de los pronombres: Los pronombres objetos a veces se duplicaban. Un ejemplo que hoy nos sonaría raro: “a mí me dio el libro”, pero dicho como “a mí me lo dio el libro”.
  • Verbos de respeto: Se usaban formas verbales especiales para figuras de autoridad. Un tú y un vos con límites mucho más marcados (sí, más aún que cuando la abuela se enoja).
  • Ortografía libre: No existía una Real Academia Española que regulara la ortografía, por lo tanto la misma palabra podía escribirse de varias maneras. ¿Caos absoluto? Un poco sí.

Algo interesante: el verbo “ser” y “estar” todavía se confundían en muchos registros. Y eso no pasaba por ignorancia, sino porque sus significados todavía estaban en proceso de separación semántica. Así que si en una crónica del siglo XIV leés que alguien “es en la casa”, no pongas cara rara: era una construcción aceptada.

¿Entonces, podríamos entendernos con un español medieval?

La verdad: solo en parte, y con mucho esfuerzo. Podrías captar algunas palabras sueltas, identificar ciertos sonidos, quizás tener una idea del tema… pero una conversación fluida sería un verdadero desafío. Piensalo así: es como tratar de hablar con un hablante de portugués antiguo si nuestro idioma nativo es el castellano moderno. Bastante parecido, pero no tanto como para no perderse cada tres oraciones.

Además, el contexto cultural también hacía lo suyo. Las referencias, los valores, incluso los chistes o metáforas eran completamente distintos. Así que aunque mágicamente entendieras todas las palabras, no necesariamente entenderías el sentido.

Hoy, gracias a estudios lingüísticos, sabemos bastante sobre cómo evolucionó el idioma español desde la Edad Media. Pero vivirlo —o intentar hablarlo— es otro desafío. ¿Te animarías a escribir un párrafo con “fablar”, “non”, y “losse mugieres”? Sería, al menos, un gran experimento.

Lo más loco de todo esto es pensar que, dentro de 700 años, pueden mirar nuestro español de hoy como si fuera igual de extraño. Quién sabe, quizás para el año 2724, “che”, “posta” o “re bien” les suenen tan raros como “ferida” o “fablar” nos suenan a nosotros ahora.