¿Hasta dónde puede llegar un humano bajo el agua sin tanque de oxígeno? Lo que nadie te contó sobre el buceo libre
El océano es uno de esos lugares que despiertan tanta curiosidad como respeto. Es profundo, misterioso y, sí, bastante intimidante. Pero hay personas que se enfrentan a ese abismo azul sin más ayuda que su propio cuerpo. ¿Qué tan profundo pueden bucear los humanos sin usar equipo de respiración? Prepárate para conocer la historia de quienes bajan a cientos de metros… conteniendo la respiración.
¿Qué es el buceo libre y por qué alguien haría eso?
Primero, pongamos en claro de qué estamos hablando. El buceo libre (también llamado apnea) es una modalidad de inmersión en la que la persona se sumerge sin tanque de oxígeno, a pulmón. Literal. Solo con su capacidad para aguantar la respiración, algo de entrenamiento físico y una buena cantidad de control mental.
Suena extremo. Y lo es.
Hay quienes lo hacen por deporte, otros por meditación, algunos por simple amor al mar. Pero todos coinciden en una cosa: bajar, sin aire, decenas (o cientos) de metros, es una experiencia transformadora. También peligrosa, por supuesto, pero no por eso menos fascinante.
El buceo libre tiene varias disciplinas reconocidas por organizaciones como AIDA (International Association for the Development of Apnea). Algunas permiten aletas, otras no. Algunas implican descender por una cuerda, otras sin referencia. Pero todas tienen un punto en común: el límite lo pone tu cuerpo… y tu mente.
Récords que parecen de otro planeta
¿Querés números? Vamos a los números.
El récord mundial de buceo libre lo tiene actualmente el austríaco Herbert Nitsch, apodado con razón “el hombre más profundo del planeta”. En 2007, descendió hasta los 214 metros en la categoría “No Limits”, que permite el uso de un trineo para bajar rápido y una boya para subir sin esfuerzo.
Sí, 214 metros… o el equivalente a un rascacielos de 70 pisos, hacia abajo. Sin respirar. Una locura.
Pero hay otras categorías más “humanas”, y no por eso menos impresionantes:
- Apnea constante con aletas: el francés Arnaud Jerald descendió hasta los 122 metros en 2023. Aquí el buceador baja y sube con sus propios medios, usando aletas.
- Apnea sin aletas: es una de las más exigentes. El récord lo tiene el esloveno Alenka Artnik con 85 metros, usando solo el cuerpo y una técnica impecable.
- Apnea estática: no hay descenso, pero sí retención. El récord está en más de 11 minutos sin respirar, algo que parece sacado de una película de ciencia ficción.
¿Qué pasa en el cuerpo cuando bajás tan profundo?
No, no es simplemente “aguantar la respiración”. El cuerpo humano tiene ciertas adaptaciones curiosísimas que se activan en estas situaciones extremas. Es lo que se conoce como reflejo de inmersión. ¿Qué incluye? Varias cosas muy locas:
- Bradicardia: el corazón reduce la cantidad de latidos por minuto para ahorrar oxígeno.
- Vasoconstricción periférica: la sangre se concentra en los órganos vitales, dejando menos flujo en las extremidades.
- Sangre en los pulmones: sí, leíste bien. Una parte del plasma se filtra hacia los pulmones para evitar que se colapsen por la presión. Es un mecanismo natural sorprendente.
Estos “superpoderes” están en todos, pero se entrenan. Nadie baja a 100 metros desde el sofá de su casa. Los apneístas profesionales entrenan más duro que muchos atletas olímpicos. Combinan ejercicios de respiración, yoga, dieta, psicología y, sí, mucha práctica en el agua.
¿Y una persona normal? ¿Cuánto puede bajar sin oxígeno?
Puede que ahora estés pensando: “OK, esos son récords extremos, pero… ¿yo cuánto podría aguantar?”. Buena pregunta.
Para una persona promedio, sin entrenamiento específico, contener la respiración por más de un minuto ya es un logro. Con práctica, podés llegar a 2 o 3 minutos en apnea estática (es decir, sin moverte). Pero al sumarle el esfuerzo físico de nadar hacia abajo, el cuerpo consume más oxígeno, y esa cifra baja bastante.
La mayoría de los buceadores recreativos que prueban apnea logran descender entre 10 y 20 metros con seguridad. A partir de los 30 metros, tu cuerpo empieza a experimentar efectos de la presión que pueden ser peligrosos si no estás bien preparado. Más allá de los 40 metros, incluso con entrenamiento, ya se considera una zona de alto riesgo.
En resumen, sí podés bucear libremente sin ser un superhéroe, pero no conviene subestimar al océano. Por eso, uno de los lemas principales en apnea es: “nunca bucees solo”. La seguridad es parte fundamental del deporte.
También hay algo muy importante: en apnea, uno de los mayores riesgos no es quedarse sin aire sino desmayarse al subir, por algo llamado “hipoxia hipóxica”. Por eso, los buceadores siempre entrenan con acompañamiento, y aprenden a conocer muy bien sus límites (y respetarlos).
La sensación de sumergirte en silencio, sin burbujas, es casi mágica. Muchos lo describen como un vuelo lento, pero hacia abajo. La experiencia es profundamente (perdón por el chiste fácil) introspectiva. No solo exige rendimiento físico: también te conecta con un tipo de calma diferente, con algo muy básico y a la vez muy salvaje del cuerpo humano.
Así que la próxima vez que mires el mar y pienses “¿qué tan profundo será eso?”, acordate de que hay personas que llegan al fondo… solo con un par de pulmones. Pero también, de que no hace falta ir tan hondo para conectar con el agua. A veces, flotar en la superficie ya es una aventura.