¿Cuántas veces al día un niño puede preguntar “por qué”? Spoiler: muchas. ¿Pero por qué lo hacen?
Estás tomando un café tranquilo, y de repente escuchás: “¿Por qué el cielo es azul?” Respondés como podés, haciendo memoria de ciencia de primaria. No pasan ni tres minutos, y viene la siguiente: “¿Y por qué las nubes flotan?”. Después: “¿Y por qué los autos tienen ruedas?”
Parece un ejercicio infinito, casi como si estuvieran tratando de romper tu cerebro con curiosidad. Pero detrás de ese bombardeo de preguntas hay algo mucho más interesante que un intento de volverte loco: una etapa clave del desarrollo del cerebro infantil.
La edad de las preguntas: ¿qué pasa entre los 3 y los 6 años?
La etapa entre los 3 y los 6 años suele ser conocida como la “edad de los por qué”. Y no es casualidad. En este período, el cerebro de los niños está en pleno crecimiento y transformación. En pocos años pasan de apenas reconocer palabras a construir frases completas, cuestionar su entorno y tratar de entender cómo funciona el mundo.
Acá entra en juego una parte del desarrollo llamada “teoría de la mente”: el momento en que los chicos se dan cuenta de que las otras personas tienen pensamientos, deseos y conocimientos distintos a los suyos. Justamente por eso empiezan a hacer preguntas: no solo quieren conocer cosas, sino también entender lo que vos sabés.
Además, según estudios en psicología evolutiva, un niño promedio puede llegar a hacer entre 70 y 100 preguntas por día. Sí, leíste bien. Lo que para nosotros puede parecer solo una conversación sin fin, para ellos es una verdadera clase personalizada con su “profesor favorito”: vos.
Pero… ¿de verdad quieren saber la respuesta o es solo charla?
Esta es una duda común entre adultos: ¿están realmente interesados o solo disfrutan de la interacción? La respuesta es… un poco de ambas cosas.
1. Curiosidad auténtica
La mayoría de los “por qué” vienen de una verdadera necesidad de explicación. No entienden cómo funciona el microondas, por qué llueve o qué pasa cuando se apaga el Sol. Su mundo está lleno de cosas misteriosas y ellos quieren explicaciones. Así están entrenando su pensamiento lógico y su capacidad de razonar causas y efectos.
2. Validación y conexión
Preguntar también es una forma de recibir atención y afecto. Cuando les respondemos, sienten que sus dudas importan, que forman parte de una conversación real. Y sí, en algunos momentos también usan las preguntas como forma de extender la interacción: saben que preguntando tienen tu oído.
3. Ensayo y error comunicativo
No siempre les interesa tanto la respuesta como la forma de obtenerla. Hacer preguntas es también una práctica lingüística. Están entendiendo cómo usar frases complejas, cómo introducir conceptos, cómo mantener un diálogo. Lo que para nosotros es solo “una pregunta más”, para ellos puede ser una obra maestra de construcción verbal.
¿Cómo deberíamos responder: con paciencia infinita o con respuestas cortas?
No, no necesitás convertirte en un diccionario humano ni tampoco responder cada pregunta como si estuvieras rindiendo un parcial. Pero hay formas de hacer que sus preguntas sean más útiles para ellos… y menos agotadoras para vos.
Guía rápida para adultos con niños preguntones
- No te frustres si repiten la misma pregunta. A veces quieren confirmar si tu respuesta cambia, o no la entendieron del todo la primera vez.
- Respondé acorde a su edad. No hace falta explicar física cuántica para decir por qué la luna se ve grande. Mantenelo simple, pero correcto.
- Devolveles la pregunta. “¿Y vos qué pensás?” es una gran respuesta para generar pensamiento crítico (y ganar unos segundos para pensar).
- Usá ejemplos reales. Si preguntan por qué los aviones vuelan, contales que el aire tiene fuerza, como cuando sacuden una toalla. Les ayuda a visualizarlo.
- Si no sabés, admitilo. Está perfecto decir “no lo sé, pero lo podemos averiguar juntos”. Les muestra que aprender es para todos, sin edad.
¿Y cuándo dejan de hacer tantas preguntas?
En algún momento –alrededor de los 6 o 7 años–, la intensidad de las preguntas disminuye. No porque ya saben todo, sino porque empieza otra etapa: la búsqueda autónoma de información. Ahí aparece internet, libros, amigos… o simplemente dejan de preguntar tanto en voz alta, porque ya pueden empezar a razonar internamente.
Pero también hay algo triste en eso. Muchos chicos dejan de hacer preguntas porque sienten que sus dudas son molestas o poco importantes. Por eso es clave que durante la edad de los por qué, sientan que preguntar vale la pena. Así no pierden esa chispa con el tiempo.
Así que sí: los niños hacen muchas preguntas. A veces te agarran desprevenido, otras te los querés comer a besos de lo graciosos que son. Pero todas esas veces están aprendiendo de vos, y al mismo tiempo vos podés aprender un poco de ellos.
Tal vez la próxima vez que te pregunten por qué las cebras tienen rayas, en lugar de entrar en pánico, podés verlo como lo que realmente es: una invitación a mirar el mundo con ojos nuevos.