El misterio del flamenco rosado: por qué estos pájaros no nacen con ese color
Probablemente hayas visto fotos de flamencos con un tono rosa vibrante que parece sacado de una paleta de helado. Pero, ¿alguna vez te preguntaste por qué estos animales tienen ese color tan inusual? Y más curioso aún: ¿sabías que no nacen así?
La respuesta es una mezcla fascinante de biología, química… y sí, ¡dieta! Así que si estás listo para meterte en el mundo tropical y algo excéntrico de los flamencos, seguí leyendo. Hay mucho más que plumaje bonito detrás de estos personajes de patas largas.
No nacen rosados: el inicio gris de todo flamenco
Por más insólito que suene, los flamencos bebés son grises. Un gris apagado, sin mucha onda. Cero glamour. Nada que ver con la tonalidad chicle que los hace famosos en internet, zoológicos y camisas hawaianas.
Ese color grisáceo inicial es simplemente su plumaje natural antes de que su dieta empiece a influir en su apariencia. Y eso es clave: el flamenco no tiene pigmento rosado por genética, como podría ser el caso de un cardenal o un guacamayo. El secreto está literalmente en lo que comen.
Entonces, ¿qué pasa con ellos a medida que crecen? Bueno, llega el momento de espantar palada tras palada de pequeñas criaturas llenas de color…
Todo es culpa de los carotenoides: el pigmento que lo cambia todo
La razón química (y bastante poética) por la que los flamencos se vuelven rosados son los carotenoides. Estos pigmentos naturales están presentes en muchas plantas y algas, y también en los animalitos del agua que se alimentan de ellas, como los camarones y ciertos tipos de crustáceos diminutos.
Cuando los flamencos comen estos alimentos, sus cuerpos descomponen los carotenoides y los convierten en pigmentos que terminan almacenados en sus plumas, piel y pico. A medida que este proceso se repite (¡comen mucho!), el color se vuelve más y más intenso.
¿Qué son exactamente los carotenoides?
Son pigmentos orgánicos que dan colores vivos como el rojo, el naranja o el amarillo a frutas y verduras. Por ejemplo:
- El betacaroteno da a las zanahorias su tono naranja.
- La astaxantina, típica en camarones y algas, es la que le da al flamenco su rosado especial.
Sin carotenoides, el flamenco seguiría siendo un ave gris y sin brillo. Literalmente, ¡el color está en el menú!
¿Qué comerían para dejar de ser rosados?
Así como el color rosado llega con la comida, también se va si cambian su dieta. Esto no es teórico: en cautiverio, si los flamencos no reciben una alimentación rica en carotenoides, empiezan a perder el tono. Terminan con un plumaje más pálido, casi blanco a veces. Menos TikTok, más documental frustrante.
Por eso, muchos zoológicos y reservas donde se cuidan flamencos agregan suplementos a su dieta con ingredientes como pimiento rojo, zanahorias y hasta harina de crustáceos, ¡todo para que conserven ese look “Instagram ready” que tanto nos hipnotiza!
¿Y si un humano hiciera lo mismo?
Buena pregunta. Y la respuesta corta es… más o menos. Si un humano consume demasiados betacarotenos, puede desarrollar una pigmentación naranja en la piel —lo que médicamente se llama carotenemia— especialmente en las palmas de las manos y plantas de los pies. Pero no llega a ser rosado. Así que no, no vas a parecerte a un flamenco por comer muchas zanahorias, pero sí podrías dar un susto en una selfie sin filtro.
Más que belleza: ¿el color rosado tiene alguna utilidad?
Podríamos pensar que el color del plumaje es solo para llamar la atención y decorar tarjetas postales, pero la realidad es más estratégica. En el mundo de los flamencos, cuanto más rosado sos, más atractivo sos para potenciales parejas. Es un símbolo de buena salud, acceso a comida y fuerza genética.
En otras palabras: un flamenco bien rosado es básicamente un influencer entre las aves. Y como en toda red social natural, el plumaje equivale a status. Los ejemplares más opacos suelen estar en procesos de cambio de plumas o no tienen buena dieta, y por eso tienden a atraer menos atención en época de cortejo.
Curiosamente, hay estudios que muestran que los flamencos rosados también son más agresivos a la hora de proteger su territorio o conseguir pareja. Así que el rosa, lejos de ser solo un color bonito, es también una declaración de fuerza y dominancia.
Tenés un ave que se pinta de rosa comiendo camarones, que después presume su look para conseguir pareja… imposible no admirar esa energía.
Y ahí lo tenés: los flamencos no nacen color chicle, pero terminan siéndolo gracias a una cadena de comida microscópica. Es una de esas pequeñas maravillas biológicas que nos recuerdan cómo lo invisible puede terminar coloreando lo más visible. Así que la próxima vez que veas un flamenco, pensá en todo ese proceso invisible que lo volvió una postal rosa. Y, quién sabe, quizás vos también te empieces a cuidar un poco más lo que comés… aunque no vayas a cambiar de color.