¿Por qué le dicen “bull” a los Bulldog si parecen cualquier cosa menos feroces?
Gorditos, babosos, con cara de pocos amigos pero el corazón más grande del mundo. Así son los Bulldog, unos de los perros más queridos de internet y protagonistas de cientos de memes. Pero hay una pregunta que muchos se hacen y pocos responden con claridad: ¿por qué se llaman “bull”-dog, si de toro no tienen nada? Detrás de ese nombre tierno y algo tosco hay una historia bastante ruda… y hasta sangrienta.
¿Qué tiene que ver un toro con un Bulldog?
La palabra “Bull” no es un apodo simpático que alguien les puso por su aspecto robusto. Viene directamente del deporte para el que estos perros fueron originalmente criados: el bull-baiting.
¿Bull-qué? El término “bull-baiting” se refiere a una práctica medieval que, viéndola con ojos del siglo XXI, suena brutal: soltar un toro en una arena y enfrentarle un perro, con la intención de que el perro inmovilice al toro mordiéndole el hocico o la cara. Sí, leíste bien. ¿Entretenimiento del siglo XIII? Se ve que el concepto de “diversión” era muy diferente en esa época.
Los Bulldog fueron criados específicamente para este tipo de espectáculo. Tenían que ser valientes, fuertes, tener mandíbula poderosa y un cuerpo bajo y ancho para no ser fácilmente derribados. De hecho, muchas de las características físicas que hoy amamos del Bulldog (esa cara chata, su cuerpo compacto y su actitud obstinada) tienen una razón práctica en esas crueles batallas contra toros.
Características del Bulldog diseñadas para pelear (no para dormir siestas, aunque parezca)
Visto hoy, cuesta imaginar al Bulldog en una pelea. Parece más bien un profesional del sofá. Pero su cuerpo está armado como una máquina de supervivencia.
1. Hocico chato
Los Bulldog tienen un rostro achatado por una razón: al morder al toro, necesitaban poder respirar sin soltar el agarre. La forma de su nariz les permitía traccionar con la mandíbula mientras seguían recibiendo oxígeno.
2. Cuerpo bajo y ancho
Un perro bajito y de patas fuertes es más difícil de voltear. Esa forma de “tanque compacto” era ideal para engancharse al toro sin ser empujado a metros de distancia. El centro de gravedad bajo era clave para resistir embates del animal.
3. Mandíbulas poderosas
La mordida del Bulldog era (y es) increíblemente fuerte. Esto les permitía mantenerse enganchados al punto más sensible del toro: la nariz. Aunque pueda sonar cruel, esa era la táctica principal.
Incluso se decía que cuanto más podía resistir sin soltar al toro, más valioso era el perro. No era solo una pelea, era un espectáculo que la gente apostaba y celebraba con euforia. Nada que ver con los likes de Instagram actuales.
¿Cómo pasamos de luchadores salvajes a mascotas mimadas?
La gran transformación del Bulldog empezó cuando se prohibió el bull-baiting en Inglaterra, allá por 1835. Después de esta ley, muchos pensaban que la raza se extinguiría: ¿quién quería un perro criado para pelear?
Pero ahí viene lo fascinante: algunos criadores decidieron “salvar” al Bulldog, seleccionando ejemplares con temperamentos más amigables y minimizando su instinto agresivo. En unas pocas generaciones, el temible luchador se convirtió en un compañero dócil… aunque siguió luciendo como un guerrero de otro siglo.
Así fue como el Bulldog se transformó en un ícono británico, símbolo de fuerza calmada y de lealtad firme. Incluso Winston Churchill fue apodado “el Bulldog británico” durante la Segunda Guerra Mundial, no por pelear con toros, sino por su resistencia y determinación.
Lo que queda del “bull” en el Bulldog actual
Hoy, la mayoría de los Bulldogs solo luchan por llegar a la cama o por ese último pedazo de pizza que se cayó al suelo. Pero aún conservan muchas de esas cualidades que los hacían famosos en la arena, transformadas en cosas mucho más simpáticas.
- Su obstinación ahora es terquedad adorable para no salir a pasear cuando llueve.
- Su fuerza se ve cuando empujan su cama preferida al rayo de sol exacto para dormir siesta.
- Su bravura se manifiesta cuando ladran durante dos minutos al ventilador que hace ruido.
El nombre “bull” quedó como recuerdo de su origen, pero también como símbolo de lo que supieron superar: una historia donde el entretenimiento se medía con sangre y que, por suerte, quedó en el pasado. Hoy, el “bull” del Bulldog no está en su temperamento, sino en su historia. Y eso hace a esta raza tan interesante como entrañable.
Así que la próxima vez que veas a un Bulldog roncando en su almohadón, solo recordá que estás frente a un ex guerrero. Uno que cambió la arena por las caricias, el combate por los mimos y los embates de toros por los abrazos de sus humanos favoritos.