¿Dormir con o sin almohada? Lo que dice la ciencia

Dormir con o sin almohada no es solo cuestión de costumbre. Descubrí qué postura conviene según tu cuerpo y cómo mejorar tu descanso.

Dormir con o sin almohada: la pregunta que hemos ignorado toda la vida

Todos tenemos nuestras manías al dormir: algunos no pueden cerrar un ojo sin una torre de almohadas, mientras que otros tiran la suya al piso ni bien se meten en la cama. Pero, ¿alguna vez te preguntaste seriamente si es mejor dormir con o sin almohada? Spoiler: la respuesta no es tan simple como parece. Y tal vez, solo tal vez, esa molestia en el cuello tenga algo que ver con lo que pones (o no pones) debajo de tu cabeza.

¿Cuál es la función real de una almohada?

Antes de decidir si necesitas o no una almohada en tu vida (al menos al dormir), tiene sentido entender por qué usamos una en primer lugar. La función principal de la almohada es alinear la columna vertebral: mantener cabeza, cuello y espalda en una posición neutra. Vamos, que no se trata solo de comodidad o de abrazarla mientras ves una serie.

La alineación ideal del cuerpo

Imaginá que estás parado con la espalda recta. Ahora echate en la cama. La idea es replicar esa misma postura, pero en horizontal. Cuando la almohada es demasiado alta, tu cuello queda flexionado hacia adelante (o hacia un costado si dormís de lado). Si es muy baja, tu cabeza se cae hacia atrás. En ambas situaciones forzás la curvatura natural del cuello.

De hecho, según estudios de ergonomía y medicina del sueño, una mala postura al dormir se asocia con dolores cervicales, rigidez muscular e incluso dolores de cabeza matutinos.

Beneficios (y problemas) de dormir con almohada

Ahora sí, vamos al meollo del asunto. ¿En qué casos conviene usar almohada? ¿Y cuándo es mejor dejarla de lado?

Cuando una almohada puede ser tu mejor amiga

  • Si dormís de costado: Necesitás una almohada que llene el espacio entre tu hombro y el cuello. Sin ese soporte, tu columna queda torcida toda la noche. No suena tan grave, pero multiplicalo por ocho horas diarias.
  • Si dormís boca arriba: Una almohada delgada puede ayudarte a mantener una leve curvatura del cuello sin levantar demasiado la cabeza. Nada de montañas de almohadas: eso solo empuja el cuello hacia adelante.

Cuando dormir sin almohada puede ser mejor

  • Si dormís boca abajo: Esta posición ya es bastante agresiva para el cuello porque te obliga a girar la cabeza. Si además usás almohada, el ángulo se vuelve aún más forzado. Dejar de usarla puede reducir la presión en las cervicales.
  • Si tenés ciertos problemas de espalda: En algunos casos, dormir sin almohada puede aliviar tensiones lumbares, siempre que se acompañe con una postura adecuada.
  • Para mejorar la postura natural: Hay quienes sostienen (principalmente desde prácticas como el yoga o el minimalismo radical) que dormir sin almohada ayuda a que el cuerpo “reaprenda” su postura original. No hay demasiada ciencia dura que lo respalde por ahora, pero sí muchas experiencias personales.

¿Qué dicen los expertos sobre dormir sin almohada?

Este debate no es nuevo para los especialistas en sueño. La mayoría coincide en que no hay una única respuesta válida: todo depende de la postura en la que dormís y de tu cuerpo. Pero hay algunas recomendaciones generales que pueden ayudarte a decidir.

Postura lo es todo

Si dormís boca arriba o de costado, probablemente necesites una almohada. No solo por comodidad, sino para evitar tensiones musculares y malas posturas que a la larga se traducen en dolores de cuello o espalda.

Si dormís boca abajo (una de las posturas menos recomendadas, dicho sea de paso), los especialistas suelen recomendar probar dormir sin almohada para minimizar el estrés en la zona cervical.

No todas las almohadas son iguales

No basta con usar “una almohada”, así nomás. El material, la firmeza y el grosor influyen mucho más de lo que pensamos.

Las opciones más comunes:

  • Espuma viscoelástica: Se adapta al contorno del cuello, ideal si necesitás soporte firme.
  • Plumas o fibras suaves: Son más moldeables, pero pueden perder forma con facilidad.
  • Almohadas ergonómicas: Tienen formas pensadas para la cabeza y el cuello, aunque no a todos les resulta cómodas.

Si preferís no usar almohada pero aun así sentís molestia en el cuello, algunos expertos recomiendan poner una toalla enrollada debajo de la nuca como soporte ligero. Suena raro, pero puede ser un punto medio entre ambas opciones.

¿Y la piel?

Un dato curioso: algunas personas reportan mejoras en la textura de la piel del rostro durmiendo sin almohada, ya que hay menos presión constante en ciertas zonas. Además, el roce con fundas (sobre todo si no se cambian seguido) puede acumular bacterias que afectan al acné o la piel sensible. ¿Es esto razón suficiente para tirar tu almohada por la ventana? Probablemente no, pero es un bonus adicional si ya estás considerando dejar de usarla.

También hay estudios que analizan el impacto en la respiración y la circulación, aunque los resultados todavía no son concluyentes. Pero queda claro que la postura al dormir afecta mucho más que solo el descanso: influye en músculos, huesos, piel… y hasta en cómo te sentís cuando te levantás.

Así que la próxima vez que te pongas cómodo en la cama, tal vez valga la pena parar un segundo y pensar: ¿realmente necesitás esa almohada? ¿O la usás porque simplemente está ahí desde que tenías cinco años?

Tal vez no se trate de un cambio radical de “con” a “sin”, sino de encontrar lo que realmente funciona para tu cuerpo hoy. Dormir bien no es solo cerrar los ojos: es hacerlo de forma que tu cuerpo lo agradezca al día siguiente, sin contracturas ni cabezazos al despertador.