Descifrando la calificación de jinetes en festivales de doma en Argentina

Descubrí cómo se evalúa a los jinetes en la doma de caballos en los festivales argentinos. Puntos, técnica y tradición.

Cómo se califica a los jinetes en los festivales de doma de Argentina (y por qué no solo se trata de no caer del caballo)

Si alguna vez pasaste por Jesús María en enero, seguro escuchaste hablar de la doma. Es ese momento del año donde millones de personas miran cómo jinetes prácticamente vuelan sobre caballos salvajes en plena ebullición. Pero hay una pregunta que muchos se hacen mientras ven el espectáculo: ¿cómo demonios se califica eso? ¿Quién gana? ¿Es solo el que más aguanta sin tocar el piso? Spoiler: no. La evaluación de los jinetes en los festivales de doma argentinos es mucho más precisa, casi quirúrgica, y tiene reglas fijas que se respetan con seriedad. Vamos a desmenuzar este mundo fascinante.

El corazón de la fiesta: ¿Qué es exactamente la “doma” en Argentina?

Primero, hagamos un pequeño desvío para entender de qué estamos hablando. La doma tradicional argentina, tal como se ve en festivales como el de Jesús María, no es doma racional ni adiestramiento ecuestre. Es una competencia entre el coraje del jinete y la bravura del potro.

La prueba consiste en montar un caballo chúcaro (o sea, que nunca fue domado) y mantenerse sobre él durante un tiempo determinado, mientras el animal da saltos y sacudidas furiosas.

Hay tres principales categorías de doma en los festivales:

  • Criolla: el jinete usa espuelas y tiene una rienda, debe aguantar 8 segundos.
  • Gurupa Sureña: más compleja, con sudadera y sin rienda, también son 8 segundos.
  • Bastos con Encimera: el jinete tiene bastos (una montura tradicional) y maneja con rienda. Aquí debe soportar 14 segundos.

Pero lo interesante no es solo cuánto tiempo resiste el jinete. Hay todo un sistema de puntajes detrás, y ahora vamos directo a eso.

El sistema de puntuación: cómo se miden los puntos (y no es al azar)

La calificación a los jinetes en los festivales de doma de Argentina se basa en un sistema de puntos bastante concreto. El jurado, generalmente compuesto por cinco personas, califica tanto al caballo como al jinete. ¿Te sorprende? Bueno, tiene lógica: un buen espectáculo de doma necesita que el potro “trabaje”, que salte, que sea bravo. Si el caballo no colabora, no hay mucho desafío. Y eso también se nota en los puntos.

La escala numérica

Se puntúa en base a 10, aunque el total pueda alcanzar hasta 60 puntos porque son varios jurados. Cada uno evalúa tres factores clave:

  • Estilo del jinete: cómo se maneja arriba del caballo, si mantiene el equilibrio, si responde bien a los movimientos.
  • Comportamiento del potro: si da buenos saltos, si es arisco, si se mueve correctamente (sí, los caballos también “actúan”).
  • Tiempo cumplido: si completa los 8 o 14 segundos según la categoría. Si se cae antes, la puntuación baja drásticamente.

No hay puntaje exacto universal. Cada jurado da una nota basada en lo que ve. Por ejemplo, si un potro apenas salta o el jinete lo maneja sin esfuerzo, los puntos pueden ser bajos incluso si no se cae. Pero si el potro da pelea y el jinete se luce en su dominio durante todo el tiempo, puede llevarse el máximo puntaje.

Penalizaciones frecuentes

A diferencia de lo que uno pensaría, hay bastantes formas de perder puntos:

  • Caerse antes del tiempo exigido.
  • Soltar las riendas o las espuelas.
  • Apoyarse con una mano libre (en el aire, en el caballo, donde sea).
  • No presentarse adecuadamente. Sí, lo estético también cuenta: la vestimenta, la postura, el ingreso al campo.

Incluso el uso indebido del rebenque (esa fusta tradicional que usan) puede afectar la puntuación. Porque aunque parezca solo fuerza bruta, la doma es también una danza rústica con sus propias reglas de etiqueta.

El jurado y el rol de la tradición: no todo es técnica

Aunque el sistema de puntuación es bastante técnico, no podemos dejar de lado el peso de la tradición. Los jurados, en general, son personas con años vinculadas al campo y la cultura gaucha. Saben leer gestos que para el ojo urbano pueden pasar desapercibidos: una flexión de rodilla, una mirada tensa, un balanceo preciso del cuerpo para contrarrestar la fuerza del caballo.

Además, el contexto no es menor: la doma no es solo una competencia, es parte de una identidad cultural. Los jinetes no compiten únicamente por un premio. Cada prueba es un homenaje al gaucho, al campo, a una forma de vida. Por eso, quienes evalúan no son solo jueces, sino guardianes de una tradición viva.

Eso también explica por qué hay diferencias sutiles de criterio entre distintos festivales, o incluso entre jurados del mismo evento. Algunos valoran más el estilo; otros, la conexión entre el jinete y el animal. Pero todos buscan lo mismo: ese momento de arte salvaje donde el hombre y el caballo se enfrentan, y ninguno quiere rendirse.

Así que la próxima vez que veas una monta espectacular en Jesús María, ya sabés que hay mucho más detrás que un tipo tratando de no volar por los aires. Hay técnica, puntajes, códigos no escritos y una cultura que se juega en cada salto. Y si te animás a mirar más allá del espectáculo, probablemente te atrape como ya atrapó a generaciones enteras. Porque mirar doma, cuando se sabe qué se está evaluando, es casi como ver un partido de ajedrez… pero sobre un caballo desbocado.