Le hablé a mi planta todos los días durante un mes: esto fue lo que pasó
Seguro escuchaste alguna vez esa idea de que hablarle a las plantas las hace crecer más sanas. Puede sonar como un mito simpático, algo que haría una tía fanática de la jardinería mientras riega sus potus. Pero… ¿qué pasa si lo probás de verdad? ¿Funciona? ¿Es solo una superstición verde o hay algo más?
Decidí hacer un experimento: durante un mes, le hablé todos los días a la misma planta. Una especie común: una sansevieria, también conocida como lengua de suegra. Fácil de cuidar, resistente y muy popular en departamentos con poca luz natural.
¿Spoiler? Pasaron cosas.
¿Las plantas “escuchan”? Lo que dice la ciencia
Empecemos por lo básico: ¿pueden las plantas responder a lo que decimos? No, no tienen oídos ni cerebros, pero eso no significa que estén completamente aisladas del mundo sonoro.
Varios estudios han mostrado que las plantas pueden detectar vibraciones. En 2014, investigadores de la Universidad de Missouri demostraron que algunas plantas responden al sonido de las orugas masticando, activando sus defensas químicas. ¿Traducción? Una planta puede “sentir” que algo suena cerca y actuar en consecuencia.
Otro estudio del Royal Horticultural Society (Reino Unido) probó hablarle a plantas con voces masculinas y femeninas para ver cómo influía su crecimiento. Curiosamente, las que “escucharon” voces femeninas crecieron más. Aunque los motivos siguen sin estar claros, parece que ciertos tonos y frecuencias afectan a las células de las plantas.
Entonces, ¿hablarle ayuda o no?
Depende de qué entendamos por “ayudar”. Las plantas no entienden nuestras palabras (¡obvio!), pero el aire, el aliento, las vibraciones e incluso el simple hecho de prestarle atención puede ser beneficioso. En resumen: puede que no entiendan lo que les decimos, pero perciben que pasa algo. Y les gusta.
Lo que descubrí al hablarle todos los días a mi planta
Mi experimento fue simple: elegí una sansevieria de unos 30 cm, la coloqué en mi escritorio y durante 30 días, le dediqué entre 1 y 3 minutos diarios de charla. Nada demasiado profundo: a veces le contaba cómo fue mi día, otras le preguntaba cosas (“¿sos de crecer más de noche?”), y muchas veces sólo le decía lo bien que se veía.
También registré dos plantas iguales, del mismo tamaño, luz y riego. Solo una de ellas recibía mis palabras. La otra, calladita.
Resultados al cabo de un mes
- La planta “hablada” creció 3,2 cm.
- La planta en silencio creció 2,5 cm.
- Las hojas de la primera estuvieron más firmes y erguidas.
- Tuvo una hoja nueva (la otra no).
¿Puede ser casualidad? Totalmente. No soy botánico ni hice esto en un laboratorio. Pero sí noté otra cosa importante: cuidarla se volvió más fácil. Al prestarle más atención, detecté antes cuándo la tierra estaba seca o si recibía demasiada luz. Así que hablarle también activó algo en mí, no sólo en ella.
Hablarle a una planta cambia tu forma de cuidarla
Acá está lo que a mí más me sorprendió: al hablarle todos los días, sin darme cuenta terminé desarrollando un pequeño ritual. No sólo le hablaba, sino que la observaba. Tocaba sus hojas. Giraba la maceta. Me detenía unos minutos a verla.
Ese tiempo cambió de ser una idea tonta a convertirse en un paréntesis mental necesario. En medio del ruido de la computadora, las redes y los chats, esa planta fue como un bache zen.
No es sólo cuidar plantas, es cuidarse uno también
Esto puede sonar new age, pero no lo es. Hay muchos estudios que vinculan el contacto con plantas con una mejora en la salud mental. El solo hecho de tener una planta viva cerca ya reduce el estrés. Y si además interactuás con ella (aunque sea charlando un poco como quien habla con una mascota dormida), el efecto se multiplica.
No hace falta tener un invernadero. Una planta en el escritorio puede ser suficiente para recordarte que el mundo no es solo pantallas.
¿Vale la pena hablarle a tus plantas?
Después de este experimento, me quedó claro que hablarle a una planta todos los días cambia la relación que tenés con ella. No sé si se volvió más fuerte gracias a mis historias sobre el tránsito o si simplemente mejoró porque le presté más atención. Pero algo pasó.
Tal vez no puedas medirlo en centímetros exactos, pero sí en conexión. En pausa. En ese espacio mínimo donde vos y algo que no habla conviven durante unos minutos.
Así que sí: hablale a tu planta. Total, no te va a juzgar. Y quién sabe… capaz le cae bien tu voz.