La historia olvidada de la fotografía a color: desde el blanco y negro hasta nuestros días

Descubre cuándo se inventó realmente la fotografía a color y cómo evolucionó hasta convertirse en parte de nuestra vida cotidiana.

La historia escondida de la fotografía a color: ¿cuándo empezó realmente?

Ver una foto a color puede parecer la cosa más normal del mundo hoy en día. Pero no siempre fue así. De hecho, durante décadas, capturar los colores reales de la vida era un sueño lejano para fotógrafos e inventores.

En este artículo vamos a explorar cuándo se inventó realmente la fotografía a color, por qué fue un proceso mucho más largo de lo que se cuenta y cómo esa transición del blanco y negro al color cambió la forma en que vemos el mundo.

El largo camino del blanco y negro al color

La fotografía nació en blanco y negro en 1839, con la invención del daguerrotipo. Desde ese momento, empezó una carrera para añadirle color a las imágenes.

Lo curioso es que las “fotos a color” empezaron, en realidad, mucho antes de que existiera la fotografía a color como la conocemos hoy.

Colorear fotos a mano: lo más parecido a Instagram en 1850

En el siglo XIX, los fotógrafos no podían captar colores, pero eso no los detuvo. ¿La solución? Pintar las fotos a mano.

Así como hoy usamos filtros para “embellecer” nuestras fotos, en 1850 se aplicaban tintes cuidadosamente sobre las copias en blanco y negro. Este proceso era lento, artesanal y no muy preciso, pero sirvió de parche temporal.

En Japón, este arte se convirtió casi en una industria; había estudios especializados en colorear fotos para turistas europeos fascinados con las imágenes pintadas del lejano oriente.

Pero claro: esto no era fotografía a color real. Era más bien una ilusión óptica basada en mucha paciencia y pincel fino.

La primera foto a color (de verdad)

Ahora sí: vamos a lo que importa. ¿Cuándo se logró, técnicamente, capturar una foto a color sin trucos?

La primera fotografía a color permanente fue tomada en 1861 por el físico escocés James Clerk Maxwell. Sí, el mismo Maxwell famoso por las ecuaciones del electromagnetismo.

Maxwell no era fotógrafo, pero quería demostrar cómo funcionaban los colores de la luz. Para su experimento utilizó tres filtros: rojo, verde y azul.

El resultado es curioso. La imagen muestra una cinta de tartán (una tela escocesa a cuadros) y, si bien no es muy vívida ni fiel a la realidad, técnicamente, es la primera foto a color jamás tomada sin necesidad de pintar nada encima.

Lo importante de este hito es que estableció el principio de la tricromía, es decir, que todos los colores visibles se pueden reconstruir a partir de tres luces básicas: rojo, verde y azul. Spoiler: hoy en día, nuestras pantallas funcionan exactamente con ese mismo principio.

Cuando la fotografía a color se volvió parte de la vida cotidiana

Después de Maxwell, hubo muchas pruebas y errores. Décadas de experimentos. El gran problema era que las técnicas eran caras, complicadas y no muy confiables.

Autochrome: el primer sistema comercial

En 1907, dos hermanos franceses (Louis y Auguste Lumière, sí, los del cine) lanzaron el primer proceso de fotografía a color comercialmente viable: el Autochrome.

Usaron granos microscópicos de almidón teñidos que actuaban como filtros de colores. El resultado era una imagen suavemente coloreada, un poco granulada, pero completamente mágica para la época.

Durante unos 20 años, el Autochrome fue el estándar. Era popular entre artistas, reporteros gráficos y viajeros ricos.

Una de las colecciones más fascinantes es la del archivo “The Archives of the Planet”, que contiene más de 70.000 placas Autochrome tomadas antes de la Primera Guerra Mundial. Un vistazo increíble a un mundo que creíamos solo en escala de grises.

La revolución Kodachrome

Pero la verdadera explosión de la fotografía a color llegó en 1935, con la aparición del Kodachrome. Este rollo inventado por Leopold Mannes y Leopold Godowsky Jr. (sí, ambos músicos clásicos aficionados a la química) permitía a las cámaras capturar colores con una fidelidad nunca vista antes.

Kodachrome puso la fotografía a color en manos de la gente común. Revistas como National Geographic comenzaron a publicar reportajes en color. Familias empezaron a registrar sus vacaciones coloridas en el cine casero de 8 mm.

Y por supuesto, celebridades, artistas y campañas publicitarias hicieron del color una herramienta clave para comunicar emociones y vender estilo de vida.

¿Y hoy? Del rollo al píxel sin escalas

La fotografía digital terminó por hacer del color algo perfectamente cotidiano. A mediados de los años 2000, la transición del rollo a la tarjeta de memoria fue total. Hoy sacamos más fotos en una semana que una persona promedio del siglo XX tomaba en toda su vida.

Los sensores actuales detectan color directamente a través de filtros RGB (rojo, verde y azul), siguiendo el mismo principio que descubrió Maxwell en 1861. Solo que ahora lo hacen millones de veces más rápido, más barato y más preciso. Y desde la comodidad de tu bolsillo.

Incluso, el desarrollo de la inteligencia artificial ha permitido “colorear” fotos antiguas con un realismo tal que podrías confundir una imagen tomada en 1890 con una actual.

Pero eso sí: nunca hay que olvidar que detrás de cada color en una foto hubo décadas (literalmente) de gente obsesionada con capturar el mundo como realmente lo vemos.

Así que la próxima vez que alguien se queje de que su foto “no quedó con buenos colores”, recordale que hace solo 100 años, tener una imagen en color era un lujo reservado a unos pocos y que, en su forma más literal, lleva un siglo de ciencia, arte y pura terquedad humana.