Mal de altura: el enemigo invisible de los viajes a la montaña (y por qué no deberías subestimarlo)
Subís una montaña, todo es emoción, aire puro, vistas espectaculares… hasta que empezás a sentirte extraño. Dolor de cabeza, náuseas, te falta el aire y no entendés qué está pasando. Si esto te suena familiar, puede que hayas tenido tu primer encuentro con el famoso (pero poco comprendido) mal de altura.
Este fenómeno no solo les pasa a los andinistas extremos o a los atletas de élite. Puede afectarte a vos, a mí y a cualquiera que suba demasiado rápido a una altitud considerable. Y no, no es cosa del cine ni de exagerados: es real y puede arruinarte un viaje entero si no lo entendés bien.
¿Qué es exactamente el mal de altura?
El mal de altura (también llamado mal agudo de montaña, o “soroche” en algunos países) es una condición que aparece cuando el cuerpo no se adapta bien a la menor cantidad de oxígeno disponible en altitudes elevadas. A partir de los 2.500 metros sobre el nivel del mar, la presión atmosférica disminuye y, con ella, se reduce la cantidad de oxígeno que recibimos en cada respiración.
Esto no significa que haya menos oxígeno como tal, sino que nuestras células reciben menos de lo que están acostumbradas. El cuerpo reacciona intentando adaptarse, pero si subimos muy de golpe, no le damos tiempo suficiente para hacerlo, y ahí empiezan los síntomas.
Síntomas más comunes:
- Dolor de cabeza persistente
- Náuseas o vómitos
- Mareos o sensación de aturdimiento
- Dificultad para dormir
- Fatiga extrema (aunque no hayas hecho mucho esfuerzo)
- Falta de aire incluso en reposo
Y aunque lo usual es que el mal de altura sea leve y desaparezca en uno o dos días (sobre todo si descansás y no seguís ascendiendo), también puede volverse grave si se ignora.
¿Por qué se produce el mal de altura?
Todo se reduce a la adaptación del cuerpo humano al entorno. Durante milenios hemos evolucionado para vivir cerca del nivel del mar, donde el oxígeno está cómodo y disponible. Pero cuando decidimos subir de golpe a una ciudad como La Paz (Bolivia, a más de 3.600 metros) o hacer trekking en el Himalaya o incluso en los Andes, exponemos a nuestro cuerpo a un cambio abrupto.
La clave es el concepto de hipoxia: falta de oxígeno en los tejidos del cuerpo. Eso dispara una serie de respuestas fisiológicas:
- El corazón empieza a latir más rápido para bombear más sangre oxigenada.
- Respirás más rápido, tratando de absorber más oxígeno.
- Los riñones empiezan a eliminar más bicarbonato para favorecer un pH sanguíneo adaptado a la altitud.
- Con el tiempo, se generan más glóbulos rojos, que transportan oxígeno.
El problema es el “de golpe”
La mayoría de estos cambios llevan horas o incluso días. Así que si pasás de estar en Lima (casi a nivel del mar) a Cuzco (3.400 metros) en un vuelo de una hora, tu cuerpo no tuvo margen para adaptarse. Y ahí estalla el mal de altura.
Incluso deportistas súper entrenados pueden sufrirlo, porque no está tan relacionado con el estado físico como con la capacidad individual de aclimatarse (que varía un montón de persona a persona).
¿Cómo prevenir el mal de altura sin arruinarte el viaje?
La mejor manera de cuidarte es tan simple como lógica: subir despacio. Si podés organizar tu itinerario para ganar altitud de a poco (por ejemplo, quedarte un día en una ciudad intermedia antes de seguir subiendo), le das tiempo al cuerpo para adaptarse.
Algunas recomendaciones clave:
- Subí gradualmente: no más de 300 a 500 metros por día por encima de los 2.500 m.
- Hidratate bien: el aire seco de altura puede llevar a la deshidratación, lo que empeora los síntomas.
- Comé liviano: una digestión pesada puede jugarte en contra si ya te sentís débil.
- Descansá: evitá el sobreesfuerzo físico en los primeros días.
- Consultá con un médico si tenés problemas respiratorios o cardíacos: en esos casos, el mal de altura puede ser más riesgoso.
¿Y qué hago si ya lo tengo?
Lo más recomendado es no subir más (y si podés, bajar unos cientos de metros). Aunque no siempre es posible, es la manera más rápida de sentirte mejor. También podés:
- Descansar, dormir o simplemente no moverte mucho
- Tomar analgésicos para el dolor de cabeza (como ibuprofeno o paracetamol)
- Recurrir a medicamentos específicos como el acetazolamida (si tu médico lo recomienda)
- Consumir hoja de coca o mate de coca en zonas andinas, donde es de uso tradicional, aunque los efectos no están científicamente demostrados al 100%
En casos graves (cuando hay confusión, dificultad extrema para respirar o pérdida de la conciencia), es obligatorio bajar y buscar atención médica urgente.
Un mal silencioso que no tiene que arruinarte la aventura
El mal de altura puede sonar como algo menor o como una “pavada pasajera”, pero subestimar sus síntomas es lo que lleva a los problemas más serios. Por suerte, es una condición evitable en la mayoría de los casos, siempre y cuando le des a tu cuerpo lo que necesita: tiempo, descanso y respeto por la altitud.
Y cuando lo hacés bien, la recompensa vale cada kilómetro recorrido. Las alturas del mundo están llenas de maravillas, pero también de retos invisibles. Entenderlos es el primer paso para disfrutarlos sin sorpresas desagradables.