¿Moho en la comida? Cuándo tirarla y cuándo no hace falta

Detectar moho en alimentos no siempre es motivo de alarma. Aprendé cuándo podés salvar tu comida y cuándo conviene descartarla por seguridad.

Este moho de tus alimentos no es siempre peligroso (pero a veces sí lo es, y mucho)

Te pasa todo el tiempo: abrís la bolsa del pan y ahí está. Esa mancha verde peluda mirándote fijo. O el queso que estaba impecable hace dos días y ahora parece tener un ecosistema propio. ¿Qué es realmente ese moho que aparece en los alimentos? ¿Hay alguno que podés ignorar y otro que deberías temer? Vamos a abrir la heladera (metafórica) y verlo en detalle.

¿Qué es el moho y por qué aparece en la comida?

El moho es un tipo de hongo microscópico. Vive feliz entre nosotros, flotando en el aire sin que lo notemos. Cuando encuentra un lugar ideal para crecer —humedad, alimento y temperatura adecuada— se instala como dueño de casa. Y esa “casa” suele ser tu pan lactal, tu mermelada abierta hace semanas o tu tupper olvidado al fondo de la heladera.

¿Todos los mohos son iguales?

No. Hay muchas especies de moho, y aunque muchas parecen iguales a simple vista (verdes, grises o blancuzcas), pueden tener comportamientos muy distintos. Algunos son inofensivos e incluso útiles (sí, el queso azul lo agradece), pero otros pueden producir micotoxinas, unas toxinas naturales que sí pueden afectar tu salud.

¿Cómo se ve el moho?

Pueden ser manchas verdes, blancas, negras, naranjas o incluso azuladas. A veces parecen pelusas, a veces como una manchita húmeda. Que se vea “pequeño” no significa que esté solo en esa parte: en muchos casos, lo visible es solo la superficie de una red más amplia que ya invadió todo el alimento.

¿Cuándo el moho es realmente peligroso?

La peligrosidad del moho depende del tipo de comida que infecta, la clase de moho y tu estado de salud general. Pero hay algunas reglas bastante claras que te pueden ayudar a decidir si tirar o no ese alimento lleno de esperanza fúngica.

1. Pan con moho

Aunque pueda parecer que es solo una esquinita, el pan es un alimento poroso. Eso significa que el moho puede haber extendido su red de raíces (llamadas hifas) por dentro, aunque no se vea en el exterior. Mala noticia: hay que tirarlo completo.

2. Frutas y verduras

  • Firmes (como zanahorias o manzanas): si el moho apenas tocó una porción pequeña, podés cortar al menos 2,5 cm alrededor y salvarla.
  • Blandas (como duraznos o tomates): están perdidas. La textura blanda permite que el moho penetre más fácil.

3. Queso

  • Corteza dura (como parmesano): cortá el área afectada con margen ancho. Se puede salvar.
  • Blandos (tipo brie o crema): si tienen moho que no sea parte del proceso de elaboración, directo a la basura.

4. Comidas cocinadas o en tupper

No importa si solo tiene una pequeña manchita: el moho puede producir toxinas que ya contaminaron el resto del plato. Son momentos duros, lo sabemos, pero ese guiso que huele “medio raro” debe despedirse.

5. Conservas, mermeladas y salsas

Hay una vieja y peligrosa costumbre de “sacar la parte fea” en una mermelada o un frasco de salsa con moho. Error. Las micotoxinas pueden haberse filtrado en toda la mezcla, incluso si no lo ves. Mejor resignarse y comprar una nueva.

¿Qué pasa si comemos moho sin darnos cuenta?

Acá viene uno de los datos más aliviadores de esta historia: la mayoría de las veces, si comés un poco de moho por accidente, no pasa nada grave. Quizás un poco de malestar estomacal o un impulso urgente de tomarte un té de jengibre mirando el horizonte por si las dudas.

Pero si sos alérgico a los hongos, tenés un sistema inmune débil o consumiste moho que produce micotoxinas, sí podrías tener problemas más serios como dolores intensos, vómitos, diarrea o incluso problemas hepáticos o neurológicos en casos extremos. Especial atención con niños, embarazadas y personas inmunosuprimidas.

¿Y el moho “bueno”? Sí, también existe

El dato curioso del día: algunos mohos no solo no son malos, sino que son esenciales en ciertos alimentos.

  • Penicillium roqueforti: el responsable del característico sabor del queso azul. Sí, ese queso que parece tener venas verdes lo hace a propósito.
  • Penicillium camemberti: otro primo útil del moho, usado para crear la corteza blanca y cremosa del camembert o el brie.

Pero ojo: estos mohos se desarrollan en condiciones controladas y están seleccionados por su seguridad alimentaria. No es lo mismo que encontrarte a su primo salvaje en una empanada olvidada en el coche.

Entonces, ¿tiramos todo o le damos una oportunidad?

La intuición que desarrollamos frente al moho no está tan errada. Cuando algo tiene esa manchita peluda, la mayoría sabe que es hora de decir adiós. Pero ahora sabés por qué. Detenerse a mirar el tipo de alimento, el tipo de moho (si se puede), la textura y la posible extensión invisible te va a ayudar a tomar mejores decisiones sin entrar en modo drama o, al revés, caer en la trampa del “solo le saco lo feo”.

Porque sí, a veces lo feo está por dentro también. Especialmente cuando se trata del moho en tus alimentos.