Cómo funcionan las palomas mensajeras y su increíble instinto

Descubrí cómo se crían, entrenan y orientan las palomas mensajeras, aves con una capacidad de regreso a casa que sigue asombrando a la ciencia.

Las palomas mensajeras: cómo se crían y cómo hacen su “magia” al regresar a casa

Cuando pensamos en mensajería antes del email o el WhatsApp, pocos imaginan que uno de los métodos más sorprendentes fue el uso de palomas mensajeras. Estas aves no solo volaban, ¡volvían exactamente a su casa! Aunque suene a cuento medieval, este sistema fue utilizado incluso en la Primera y Segunda Guerra Mundial para enviar información crítica. Y sí, siguen existiendo hoy en día por deporte y tradición.

Si alguna vez te preguntaste cómo se crían palomas mensajeras y cómo hacen para volar cientos de kilómetros y regresar puntual a su palomar, preparate: esto es mucho más que un simple instinto. Hay ciencia, entrenamiento y bastante amor pichonero detrás.

¿Cómo se cría una paloma mensajera desde cero?

La crianza de palomas mensajeras es una mezcla de genética, paciencia y constancia. Todo empieza con una buena pareja reproductora. No cualquier paloma puede ser mensajera: deben tener una línea genética seleccionada durante generaciones por sus capacidades de orientación y resistencia.

El primer paso: los pichones

Los criadores seleccionan parejas “campeonas” que suelen compartir ciertas características: cuerpos aerodinámicos, plumas resistentes y, sobre todo, una excelente capacidad de orientación.

Cuando los pichones nacen (sí, se les dice pichones, incluso si suena tierno), pasan sus primeras semanas en el palomar de forma tranquila. No salen, no vuelan. Solo se alimentan, aprenden a reconocer su entorno inmediato y —muy importante— se acostumbran a él.

Entrenamiento progresivo

Una vez que tienen entre 6 y 8 semanas, empieza el entrenamiento. Al principio se les deja volar libremente alrededor del palomar. Así aprenden la zona desde el aire. Imaginá esto como enseñarle a tu GPS dónde está “casa”.

Después, las sacan a pequeñas distancias: 1 km, 5 km, 10 km, etc. Son dejadas en lugares cada vez más lejanos y deben encontrar el camino de vuelta. Esta es la clave: las palomas mensajeras no van de un punto A a un punto B. Siempre vuelven al punto A, su hogar.

De hecho, para enviar un mensaje con una paloma, tenés que llevarla primero a donde querés que salga el mensaje. Por eso eran tan útiles en las guerras: se llevaban desde la base militar a territorio enemigo, y cuando había algo importante que comunicar, simplemente la soltaban con el mensaje en una pequeña cápsula en la pata.

¿Cómo las palomas mensajeras saben volver a casa?

Este es el verdadero misterio (y maravilla) del asunto. Las palomas mensajeras no usan mapas ni Google Maps. Y, sin embargo, pueden recorrer cientos de kilómetros y regresar con precisión milimétrica.

El “GPS” natural de las palomas

Los científicos aún no tienen una respuesta al 100%, pero hay varias teorías bastante aceptadas.

  • Campo magnético terrestre: Las palomas tendrían una especie de “brújula interna” que les permite detectar el campo magnético del planeta, ayudándolas a orientarse incluso cuando no hay referencias visuales.
  • Oído infrasonoro: Se cree que pueden oír infrasonidos que generan montañas, océanos y otros accidentes geográficos. Esos sonidos les servirían para mapear el camino.
  • Reconocimiento visual: También usan señales visuales como ríos, rutas y formas del terreno para orientarse.

Lo más loco es que algunos estudios mostraron que las palomas incluso pueden usar el olor del aire para identificar hacia dónde deben ir. Imaginá oler tu casa desde a 500 km… son básicamente superhéroes con alas.

¿Qué pasa con las palomas mensajeras en la actualidad?

Hoy ya no usamos palomas para mandar cartas, pero todavía existen competencias de mensajeras que son tan apasionadas como una fecha de Champions League. En países como Bélgica, Holanda, Colombia y también en Argentina, hay clubes de colombofilia (sí, ese es el nombre real del deporte).

Una competencia típica funciona así: las palomas son llevadas a un punto lejano (a veces hasta otro país), se las suelta al mismo tiempo, y se espera a ver cuál regresa más rápido a su palomar. Todo cronometrado, con anillas electrónicas y scanners que registran el regreso al segundo. Las carreras pueden tener premios importantes: autos, dinero, trofeos, incluso ventas de palomas por cifras ridículas. Una paloma campeona puede valer más que un auto cero kilómetro.

Y sí, hay apuestas. Y sí, hay drama: palomas que no regresan, otras que se pierden, algunas que llegan muy heridas tras esquivar tormentas o aves de rapiña. Es todo un mundo.

Además, muchas personas siguen criando palomas como hobby. Cuidarlas, entender cómo piensan, verlas regresar tras horas de vuelo… para algunos es casi terapéutico. Requiere paciencia, pero también genera una conexión muy especial con el animal. Y no, no son ratas con alas: son atletas alados.

Una paloma mensajera bien entrenada puede volar más de 800 km en un solo día. Sin mapas, sin descanso, solo siguiendo ese instinto poderoso de volver a casa. La próxima vez que veas una paloma en una plaza, pensá que algunas de sus primas lejanas podrían darte una lección de orientación digna del GPS más avanzado.

A veces, lo más increíble no está en la ficción, sino en las alas de una paloma aparentemente común, que guarda un talento milenario tan preciso como misterioso.