¿Por qué bostezamos y por qué es tan contagioso que te dieron ganas solo de leerlo?
Estás leyendo un artículo sobre bostezos y, si fuiste víctima de uno durante los próximos 30 segundos, no sos el único: eso le pasa a más del 50% de las personas. ¿Curioso, no? Bostezar parece una acción súper básica, casi insignificante, pero tiene más ciencia y misterio de lo que imaginamos. Y encima ¡es contagioso!
¿Por qué nuestro cuerpo hace esto? ¿Y qué tiene ese simple bostezo que nos hace copiarlo como si estuviéramos sincronizados sin querer? Spoiler: hay más teorías y estudios sobre esto de los que creés.
¿Qué es exactamente un bostezo y por qué lo hacemos?
El bostezo es una respiración profunda, involuntaria, que viene acompañada por la apertura de la boca y una inhalación larga, seguida de una exhalación. Aunque muchos asocian el bostezo solo al sueño o el aburrimiento, hay varias razones por las que sucede.
Teorías que intentan explicarlo
- Falta de oxígeno: Durante mucho tiempo se creyó que bostezamos para aumentar el oxígeno en la sangre y eliminar dióxido de carbono. Pero investigaciones modernas no le dan tanto respaldo a esta teoría.
- Termorregulación del cerebro: Esta es una de las más respaldadas hoy. Según un estudio de 2007 publicado en “Evolutionary Psychology”, el bostezo ayuda a refrescar el cerebro, como si fuera un pequeño ventilador natural. Inhalar aire fresco cuando estamos adormecidos enfría el cerebro y lo ayuda a funcionar mejor.
- Estado de alerta: Otra idea interesante es que bostezamos para mantenernos despiertos. Varios estudios sugieren que aparece justo en momentos en los que bajamos la guardia: al despertar, antes de dormir, en charlas muy largas o rutinas monótonas.
En resumen: bostezar es una especie de botón de “reset” corporal y mental. Una especie de recordatorio de que tenemos que reactivar nuestros sentidos.
¿Y por qué es tan contagioso?
Ahora vamos al verdadero misterio: ¿por qué bostezar es algo tan pegajoso como una canción de los 2000?
La respuesta más aceptada tiene que ver con nuestra capacidad de empatía y conexión social. Así es: los bostezos también tienen una función más humana y emocional de lo que pensás.
La empatía como motor del bostezo social
Investigaciones realizadas en la Universidad de Pisa demostraron que las personas son más propensas a contagiarse un bostezo cuando lo observa de alguien cercano: un familiar, amigo o compañero de trabajo. Este “efecto contagio” disminuye cuando el bostezo viene de un desconocido o de alguien con quien no se tiene una conexión emocional fuerte.
Además, un estudio publicado en “Frontiers in Human Neuroscience” mostró que el nivel de empatía de una persona influye directamente en cuánto se contagia de los bostezos de otros. Personas más empáticas, más susceptibles al bostezo ajeno. ¿Será que los bostezos son una forma primitiva de compartir estados de ánimo o energía dentro del grupo?
Incluso los animales lo hacen
Algunos animales también se contagian los bostezos. ¡Sí! Los perros, por ejemplo, pueden bostezar si ven a sus dueños hacerlo. Esto refuerza la idea de que el bostezo es más que una reacción física: podría ser una forma de sincronización emocional.
Además, monos, chimpancés y otros primates también lo hacen. Y cuanto más social es la especie, más contagiosos son los bostezos dentro de su grupo. Es como si al bostezar, los individuos se alinearan a nivel emocional.
Cuándo bostezamos más y qué lo desencadena
No todos los bostezos se crean iguales, ni suceden al azar. Hay ciertos momentos del día y situaciones en las que es más frecuente que aparezcan.
- Por la mañana: recién levantados, cuando el cuerpo todavía se está desperezando.
- Al atardecer o antes de dormir: cuando nuestro reloj biológico avisa que es hora de bajar la actividad.
- En situaciones aburridas: como reuniones largas o clases monótonas. Aunque estés descansado, el bostezo aparece igual.
- Cuando vemos a alguien hacerlo: a veces basta con leer la palabra “bostezo”, mirar a alguien abrir la boca largo y estirarse… y pum, ahí estás vos haciéndolo también.
¿Podemos evitarlo voluntariamente?
No mucho. Aunque seas consciente del bostezo y trates de resistirlo, es muy difícil frenarlo. A veces incluso se escapa en los peores momentos: entrevistas, charlas importantes o bodas aburridas. Digamos que no es el reflejo más diplomático.
Curiosamente, la gente con ciertas condiciones neurológicas como el autismo o la esquizofrenia tienen menos contagio de bostezos, lo que reforzaría aún más la relación entre empatía y este fenómeno aparentemente tan banal.
Incluso algunos estudios intentaron usar imágenes sin sonido de personas bostezando para analizar cuán fácil es que alguien se contagie… y funcionó. Así de fuerte es el efecto.
Así que la próxima vez que alguien bostece a tu lado y vos hagas lo mismo sin darte cuenta, ya sabés que ahí hay más que cansancio… ¡hay conexión humana en acción!
El simple acto de abrir la boca y respirar profundo, que parece aburrido y automático, en realidad es una señal compleja y fascinante de cómo funcionamos como seres sociales. Nos conecta, nos alerta, enfría nuestro cerebro y hasta es un reflejo de la empatía que sentimos por los demás. Todos bostezamos… pero ahora sabés por qué. ¿Ya te dieron ganas?