¿Por qué sentimos que el tiempo pasa más rápido al crecer?

La percepción del tiempo cambia con la edad. Descubrí por qué sentís que los años pasan volando y cómo recuperar la sensación de vivir más intensamente.

¿Por qué a los 30 ya es lunes otra vez? La ciencia de por qué el tiempo vuela cuando crecemos

Un día estás festejando tus 25 con una birra en mano, y al siguiente… estás diciendo frases como “¡no puede ser que ya sea diciembre!”. ¿Te suena? No estás solo. A medida que envejecemos, la sensación de que el tiempo pasa más rápido se vuelve cada vez más fuerte. Pero ojo, esto no es solo una percepción rara que tenemos en la ducha. Hay razones psicológicas, neurológicas e incluso culturales detrás de este fenómeno.

Tu cerebro ya no está tan impresionado como antes

Imaginá que tenés 5 años y te llevan por primera vez a la playa. Arena infinita, olas, el gusto raro del agua salada. Todo es nuevo. Y cuando todo es nuevo, tu cerebro se agita. Literalmente. Procesa muchísima información sensorial y emotiva.

Cuando somos chicos, estamos en modo “registro”: cada experiencia es una primera vez. Y cuantas más cosas registra tu cerebro en un mismo lapso, más larga parece esa unidad de tiempo.

La novedad estira el tiempo

En neurociencia se habla del “efecto de novedad”. Es un mecanismo por el cual las experiencias nuevas y llamativas activan más áreas del cerebro, lo que aumenta la cantidad de recuerdos asociados a un período determinado. Cuando mirás para atrás, ves que pasó mucho.

Pero cuando llegás a los 30, ya sabés cómo funciona un cumpleaños, cómo se toma un avión, lo que pasa si te tomás tres cafés seguidos. Tu cerebro se aburre más fácil. Registrás menos detalles y eso hace que el tiempo sienta como que pasa volando.

No, no estás viejo para viajar. Estás necesitando novedades

Por eso los viajes, los cambios de rutina y hasta aprender algo nuevo pueden “frenar” esa sensación de tiempo acelerado. Cuando vivís algo por primera vez, recuperás esa percepción más extensa del tiempo. Así que capaz el algoritmo de TikTok no está mintiendo cuando te dice que pruebes cerámica japonesa o senderismo nocturno.

La rutina y la repetición son los grandes cómplices

Otra razón por la que sentimos que el tiempo pasa más rápido con los años es porque nuestras vidas se vuelven más predecibles. Nos levantamos, tomamos café, trabajamos, almorzamos lo mismo, mandamos mails, esperamos el finde. Y repetir todo eso miles de veces hace que el tiempo se comprima en la memoria.

El “modo automático” es un ladrón de tiempo percibido

Cuando algo se vuelve rutina, lo hacés casi sin pensar. Ese piloto automático es una maravilla para la productividad, pero un desastre para tu percepción del tiempo. Si todo tu mes fue igual, tu cerebro no tiene muchos puntos de referencia para reconstruir cuánto pasó. Parece que fue un pestañeo, aunque hayas estado ocupadísimo.

¿La parte irónica? Mientras más eficientes nos volvemos, más fugaz se siente la vida. Hacés mil cosas, pero no sentís que “pasó” mucho. Un mes de trabajo intenso pero sin eventos nuevos se siente como un suspiro comparado con una quincena de vacaciones en un lugar desconocido.

Tu cerebro cambia con la edad (y con eso, tu reloj mental también)

Esto ya suena más dramático, pero tranqui. No querés alarmarte, solo entenderlo: el cerebro va cambiando con los años, y eso también impacta en cómo experimentamos el paso del tiempo.

Procesamiento más lento, percepción más acelerada

Estudios en neuropsicología muestran que ciertas funciones cognitivas como el tiempo de respuesta o la atención sostenida empiezan a disminuir levemente con la edad. Eso no quiere decir que nos volvemos lentos para todo, pero sí que percibimos menos estímulos por segundo, lo que puede distorsionar nuestra sensación de duración.

Además, cuando tenés 10 años, un año es el 10% de tu vida. A los 35, apenas es el 2,8%. Eso afecta directamente la forma en que medimos subjetivamente un período de tiempo. Por eso, un verano de niñez se siente eterno y uno de adultez… casi un gesto bonito del clima antes de volver a estresarnos en la oficina.

¿Y las emociones? También juegan su parte

Las emociones fuertes (tanto positivas como negativas) pueden alterar nuestra percepción del tiempo. Cuando estamos ansiosos, el tiempo parece ir más lento. Pero si estamos en flow, disfrutando, se pasa volando. Con los años, vamos regulando mejor nuestras emociones, pero también vivimos menos extremos. Resultado: menos picos, más estabilidad, menos sensación de duración.

Entonces, ¿cómo frenamos este reloj inventado por nuestra cabeza?

No se puede evitar que el tiempo avance, pero sí se puede modificar cómo lo recordamos. Acá van algunas ideas prácticas para que no sientas que se te está yendo la vida entre reuniones de Zoom y notificaciones de WhatsApp:

  • Buscá experiencias nuevas: clases, viajes, rutas alternativas al trabajo, lo que sea que agregue novedad a tu cerebro.
  • Anotá más: llevar un diario o hacer resúmenes semanales ayuda a generar hitos que al mirar atrás te den sensación de haber vivido más cosas.
  • Hacete preguntas: cada tanto, preguntate “¿qué quiero recordar de este mes?”. Eso activa una parte de tu mente que empieza a registrar con más intensidad.
  • Abrazá lo inesperado: a veces, lo que cambia todo no es planificado. Dejate sorprender.

Nadie puede estirar las horas, pero sí podemos vivirlas con más intensidad. Y en el fondo, eso es lo que nos hace sentir que el tiempo vale la pena. Quizás crecer no significa ver pasar los días más rápido, sino aprender a ponerle pausa, aunque sea un rato, a esta película que corre cada vez más veloz.