¿Se puede volver a congelar comida? Lo que tenés que saber

Volver a congelar alimentos descongelados puede afectar su seguridad, sabor y valor nutricional. Te explicamos cuándo es seguro hacerlo y cuándo no.

Esto es lo que realmente pasa si volvés a congelar comida descongelada (y no, no es un mito)

No falta quien dice: “¡Congelar y descongelar es lo mismo, no pasa nada!”. Pero la verdad es que sí pasa. Y mucho. Aunque parezca una exageración o una regla de abuela, volver a congelar comida que ya fue descongelada tiene consecuencias reales. Hoy te contamos por qué, con ejemplos simples y sin complicarte la cena.

El problema no es el congelador… es el tiempo

Cuando sacás un bife del freezer y lo dejás unas horas sobre la mesada para que se descongele, ya empezás a entrar en una zona de riesgo. ¿Por qué? Porque la comida, especialmente la de origen animal, se convierte en un atractivo parque de diversiones para las bacterias.

Las bacterias como la Salmonella o la Escherichia coli pueden multiplicarse rápidamente en lo que se conoce como la “zona de peligro de temperatura”, que va de los 5 °C a los 60 °C. Si dejás un pollo fuera de la heladera durante 3 o 4 horas, aunque después lo cocines o lo metas de nuevo al freezer, ese paseo bacteriano ya ocurrió.

La doble congelación no mata, pero sí disfraza

Congelar no mata las bacterias, solo las pone en pausa. Entonces, si congelás una comida que ya fue “tuneada” por microorganismos, lo único que estás haciendo es guardarlas para más tarde. Al volver a descongelarla, siguen ahí, listas para multiplicarse otra vez si encuentran el ambiente adecuado (como tu cocina).

Volver a congelar será como invitar dos veces a una fiesta a alguien que ya causó problemas la primera vez. ¿Querés arriesgarte?

También se arruina la textura, el sabor y los nutrientes

Más allá de los riesgos sanitarios, hay otra palabra que debería hacerte pensarlo dos veces: calidad.

El congelado forma cristales

Cuando congelás cualquier alimento que contiene agua (que básicamente es casi todo), se forman cristales de hielo en el interior. Estos cristales rompen las células del alimento. Al descongelarlo, esas estructuras se “desinflan”, el líquido sale y la textura cambia.

Si volvés a congelarlo, ese proceso se repite, con aún más daño. El resultado es carne gomosa, vegetales blandos y mariscos que pisan la delgada línea entre comestible y penitencia.

Los nutrientes también se van de viaje

Vitaminas sensibles como la C o algunas del grupo B pueden degradarse más rápido con cambios de temperatura y exposición al oxígeno. Si congelás, descongelás y volvés a congelar, no solo perdés textura y sabor, sino también valor nutricional.

Es decir: el arroz que pensabas guardar para más tarde ya no es ni tan sabroso ni tan nutritivo. Y esa ensalada de frutas recongelada va a parecer más una mermelada triste que una opción saludable.

¿Hay excepciones? Sí, pero con cuidado

Ahora bien, no todo es blanco o negro. Existen casos donde volver a congelar es posible… bajo ciertas condiciones.

Si lo cocinaste primero

Si descongelaste carne, la cocinaste y luego te sobró, podés volver a congelarla sin mayores problemas. La cocción a temperaturas suficientes (por encima de los 70 °C) elimina la mayoría de los patógenos. Eso sí, no la dejes 6 horas en el horno apagado antes de meterla al freezer.

Si nunca salió de la heladera

Otra excepción es si descongelaste un producto en el refrigerador, y se mantuvo siempre por debajo de los 4 °C. En ese caso, podés recongelarlo aunque, de nuevo, vas a perder calidad. Pero al menos no estarías arriesgando una intoxicación.

No todo se recongela igual

Hay alimentos más sensibles que otros. Por ejemplo:

  • Mariscos: extremadamente delicados. Mejor no volver a congelar nunca.
  • Helados o postres cremosos: recongelarlos forma cristales grandes que cambian la textura, y ya no son lo mismo.
  • Pan y masas: pierden humedad, pero al menos no representan un riesgo sanitario.

En general, cuanto más procesado o cocido está un alimento, más seguro es volver a congelarlo. Aun así, siempre es mejor planificar las porciones como para evitar este tipo de dilemas.

Entonces, ¿por qué tanta gente lo hace igual?

La razón más común es sencilla: no querer desperdiciar comida. Y totalmente válido. Nadie quiere tirar comida a la basura. Pero a veces la buena intención puede salir mal, sobre todo si terminás con una intoxicación alimentaria que te deja fuera de juego por varios días.

También hay mucha desinformación. Todavía persisten mitos del tipo “si se ve bien y huele bien, está bien”. Spoiler: muchas bacterias peligrosas no alteran el sabor ni el olor de los alimentos. Así que ese “olorcito rico” puede ser una trampa.

Otra causa común es la improvisación. Descongelás algo para preparar, pero terminás pidiendo delivery o cambiás de plan. Si te pasa seguido, un buen truco es dividir los alimentos en porciones más chicas antes de congelar. Así sacás solo lo que vas a usar, sin afectar el resto.

Cuando se trata de congelación, el lema debería ser: mejor prevenir que recongelar. Un poco de planificación puede evitarte tanto el mal gusto como los días de cama.